Sin embargo, el día en el cual el bohemio estaba destinado a salir campeón, triunfo que le otorgaría el ascenso a la segunda categoría del fútbol argentino, Guzmán se pidió el día y decidió ir a ver al club de sus amores.
Lo que él nunca imaginó, era que su grupo de amigos lo iba a estar esperando en la puerta para no dejarlo pasar, pues alegaron que era una “cábala” el hecho de que él no vaya a los encuentros y que si lo dejaban pasar, cabía la posibilidad de que Atlanta perdiera. “No puedo creer haberme perdido ese partido, fue una fiesta inolvidable, pero tenía que respetar a mis amigos, que siempre vienen y si perdíamos me mataban”. Luego agregó: “Pude disfrutar todo lo que fue el festejo con los jugadores, así que me volví a mi casa más que contento, uno de los días más felices de mi vida, creo que hice lo correcto en no presenciar el partido. Si iba y perdíamos no me lo iba a perdonar nunca”.